jueves, 30 de mayo de 2013

Catalogación y conservación del Archivo Hans Niemeyer


Hans Niemeyer en el valle de Camarones.
Fotografía tomada de Scielo.cl

Por Paloma Mujica González, Adriana Sáez Braithwaite  y Doris Valdeavellano Torres.

Introducción

Este artículo relata cómo un conjunto de documentos textuales y visuales se convierte en un archivo organizado capaz de entregar la información que contienen a los investigadores que la requieran.

Este archivo no estaría al servicio de la comunidad si no fuera por la participación de una serie de personas e instituciones que lo hicieron posible.

En primer lugar, la donación generosa que hizo don Hans Niemeyer Fernández de su archivo y biblioteca personal al Estado de Chile, específicamente al Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), del cual fue su director entre los años 1982 y 1990. El Museo, por su parte, al acoger la donación firma un convenio con el donante en el cual se especifica que “será obligación del Museo habilitar un espacio donde se pueda instalar, conservar en buen estado y consultar la colección en comento debiendo reglamentarse las condiciones para su uso por el público”. Destina entonces dos salas especiales para albergar el archivo y en conjunto con el Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR) diseñan y ejecutan un proyecto para la catalogación y conservación de los materiales, el cual fue financiado por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) y la Fundación Andes.

Un archivo no se considera tal si no se puede consultar, ya sea porque no es posible acceder a la información a través de un sistema de descripción (catalogación y clasificación) o porque la organización y condición física de los materiales no lo permite o puede significar un riesgo para su integridad. Por lo tanto, la constitución de un archivo a partir de este conjunto de documentos producidos durante toda la vida profesional de don Hans Niemeyer implicaba tanto su descripción como su organización física y su conservación.

Es importante destacar que el trabajo, en este caso, contaría con la valiosa e insustituible colaboración del propio señor Niemeyer, generador de la documentación, lo cual aportaría una mayor cantidad y calidad de información para el procesamiento de los registros. Se transformó así en un proyecto emblemático debido al origen de la creación de este archivo y un modelo digno de imitar ya que en innumerables casos se han perdido o dispersado los documentos de trabajo de connotados científicos y, en forma más general, de diferentes actores de la vida nacional que representan un aporte intelectual indispensable para el estímulo y desarrollo de las diferentes áreas del conocimiento y de nuestra identidad cultural.

El valor de este archivo

Don Hans Niemeyer Fernández es uno de los más destacados investigadores nacionales en el campo de la arqueología. Durante 60 años se ha dedicado al estudio y comprensión de la prehistoria y la arqueología chilena, para lo cual recorre los más alejados rincones del territorio nacional, especialmente la región árida y semiárida del país. Su contribución al conocimiento del patrimonio arqueológico es extensa, profunda y de gran relevancia para el estado actual de la disciplina, lo que le significa un merecido reconocimiento por parte de diversas organizaciones e instituciones científicas, tanto nacionales como extranjeras. Sus numerosos aportes a la historia cultural, a los estudios de asentamientos y de arte rupestre se encuentran recogidos en una profusa producción escrita, como artículos científicos, monografías especializadas y libros. Su gran capacidad de comunicación y la enorme motivación social que inspira su trabajo científico lo han transformado en uno de los más importantes divulgadores de nuestra historia prehispánica, situación que se manifiesta con la publicación de numerosos trabajos de difusión y en la presentación de innumerables conferencias y charlas que, dictadas a lo largo del país, se han dirigido a una gran diversidad de público. 

Como ingeniero, geógrafo e incansable viajero, se destaca además por los significativos aportes que realiza en el campo de la hidrología y geografía de Chile. Sus minuciosos registros de cuencas, valles, desiertos, portezuelos y sierras, así como de tantos otros elementos que moldean el paisaje nacional, representan una valiosa documentación para la investigación en las más variadas disciplinas.

Entre los cargos públicos ejercidos por este destacado investigador cabe mencionar su activa participación como socio fundador de la Sociedad Chilena de Arqueología, la cual preside durante varios períodos; la dirección del MNHN entre los años 1982 y 1990 y su papel fundamental como docente de varias generaciones de arqueólogos a través de su participación académica en el Departamento de Arqueología (Antropología) de la Universidad de Chile.

Contenido del archivo

Las principales áreas y líneas temáticas presentes en este archivo documental son:

Exploración de recursos de agua: Por 20 años se dedica a esta actividad por placer personal y para cumplir misiones encargadas por la Dirección de Riego del Ministerio de Obras Públicas. Consisten en exploraciones a caballo por las principales cuencas hidrográficas de Chile. Destacan sus expediciones al lago Chungará y río Lauca; aprovechamiento de las cuencas cerradas de Copiapó (salar de Maricunga, laguna del Negro Francisco); estudios de contaminación del Loa y del Lluta; estudios de canales y embalses como Laguna del Dial (Talca); canal de Chile Chico. Uno de sus mayores logros lo representa la publicación del libro “Cuencas Hidrográficas de Chile” en coautoría de Pilar Cerecera. Estas exploraciones lo ponen en contacto con la arqueología, en especial con el arte rupestre, que en muchos casos es registrado por primera vez por un científico.

Arte rupestre: El archivo cuenta con la mayor y mejor colección gráfica de arte rupestre chileno, desde Arica hasta Chile Chico. Es descubridor de las famosas pictografías de la Sierra de Arica, de los petroglifos de Camarones, Codpa, Loa, Médano, cueva del río Pedregoso y muchas otras. En el libro “El Arte Rupestre Chileno”, escrito conjuntamente con Grete Mostny, formularon ocho estilos de este arte en nuestro país.

Valle de Camarones: Junto a Virgilio Schiappacasse realizan 26 expediciones a este valle que incluyeron reconocimientos a caballo, levantamientos topográficos de los principales pucaras; estudio de conchales de la cultura del anzuelo de concha, etc.

Valle de Copiapó: Desde 1968 hasta hoy desarrolla estudios en este valle, a los cuales se incorporan Miguel Cervellino y Gastón Castillo. Inicia sus investigaciones en el complejo metalurgista de Viña del Cerro y luego las amplía a docenas de sitios de distintos períodos, incluyendo Iglesia Colorada, lugar donde arriba Diego de Almagro con su extenuada expedición española en 1535. Recientemente publica junto a sus colegas un libro con los resultados de estas investigaciones.

Arcaico Costero: Explora y estudia los asentamientos prehispánicos costeros, abarcando Guanaqueros, Romeral y Bahía Coquimbo desde La Herradura hasta Punta Teatinos. Este último cementerio destaca por el hallazgo de 211 individuos pertenecientes al período Arcaico Medio y Tardío, pacientemente excavados por un equipo interdisciplinario al que concurren Virgilio Schiappacasse y Silvia Quevedo, estudio que se ha constituido en uno de los trabajos clásicos sudamericanos sobre este tema. Explora, finalmente, las islas litorales de Damas, Choros, Chañaral y Gaviotas.

Balsa de cuero de lobos: Haciendo suya una idea planteada originalmente por Jorge Iribarren Charlín, del cual se siente discípulo, en 1965 consigue que uno de los últimos changos vivientes le construya una balsa de cuero de lobos, siguiendo las técnicas antiguas ya completamente perdidas. Puede así registrar y fotografiar todos los detalles de su manufactura, publicar los resultados y dotar al museo regional de este producto etnoarqueológico.

Exploración del Camino del Inca: Luego de los hallazgos incaicos que efectúa en el valle de Copiapó, le surge el interés por la vialidad. En 1980-1981 encabeza dos exploraciones al Despoblado de Atacama que cubren el tramo Peine- Aguada de Puquios y desde ésta hasta Aguada del Juncal, quedando recogida su experiencia en un hermoso libro, profusamente ilustrado.

Levantamientos topográficos: Basándose en sus estudios de ingeniería, introduce en la arqueología chilena un nuevo nivel de precisión en el mapeo de los sitios, especialmente aplicado a poblados y aldeas con arquitectura pétrea. Asimismo, integra esta disciplina en la Carrera de Licenciatura en Arqueología de la Universidad de Chile.

Dibujos arqueológicos: Es imposible hablar de la obra de don Hans Niemeyer sin referirse a sus magistrales dibujos. Su paciente trabajo en conjunto con Jorge Bórquez les ha permitido generar un material gráfico de alta calidad para la ilustración de sus artículos y libros.

Todos estos registros se encuentran contenidos en diferentes soportes, como son los 198 cuadernos de campo, 11.813 diapositivas, 11.098 fotografías en papel (con sus respectivos negativos), 1.264 dibujos originales, 400 planos y 853 documentos. La donación también contempló su biblioteca personal constituida por 359 libros de su autoría y libros de referencia para sus estudios, una colección de publicaciones periódicas y folletos. Es importante destacar que este es un archivo abierto puesto que don Hans Niemeyer continúa con sus investigaciones y deberá incorporarse con el tiempo su nueva producción.

Procesamiento técnico de la colección.

El procesamiento técnico de la colección consistió en catalogar conforme a las normas internacionales de descripción bibliográfica, clasificar por materias y preparar la colección para que pueda ser usada en forma fácil y expedita por los investigadores.

Como se señaló anteriormente, la donación está compuesta por distintos tipos de materiales que dada su variedad y especificidad hizo necesario la formación de un equipo multidisciplinario integrado por arqueólogos, bibliotecarios y conservadores quienes en conjunto analizaron y determinaron la mejor forma de afrontar la organización del archivo, las etapas del proceso, el sistema de catalogación y clasificación que se usaría, la necesidad de normalización del vocabulario para los descriptores, así como decidir los sistemas de almacenamiento más adecuados.

Los principales acuerdos tomados fueron los siguientes: 
  1. Que los materiales con contenidos muy especializados, tales como los cuadernos de campo, fotografías, diapositivas y dibujos, los procesaría la arqueóloga luego de haber sido capacitada en catalogación y clasificación por parte de la bibliotecaria, quien a su vez procesaría los demás materiales y supervisaría el trabajo total para velar por la normalización de los descriptores y los registros.
  2. Que el trabajo se iniciaría con los cuadernos de campo, por contener información de primera fuente relacionada íntimamente con el resto de los materiales.
  3. Que la catalogación, que es la descripción física del material, fuera detallada con el fin de dejar constancia de cada uno de los detalles del ítem trabajado. Para este proceso se diseñó una hoja de trabajo y se estipuló que en el campo de notas se registrarían las hojas en blanco, dibujos, cuentas, etc.
  4. Que para la clasificación por materia se usarían descriptores para definir los temas de cada ítem. Se realizaron numerosas reuniones a fin de normalizar el uso de los descriptores, que son términos que representan un concepto y sirven para recuperar la información contenida en un documento, ya sea en forma manual o automatizada. Los descriptores los va creando el clasificador a medida que se va procesando el archivo, pero para que sean eficientes es indispensable normalizarlos, de modo de usarlos siempre de la misma manera en circunstancias semejantes. Para los lugares geográficos se acordó utilizar la nomenclatura establecida por el Instituto Geográfico Militar, los cuales se ingresaron por el nombre propio y luego el accidente geográfico: Camarones, valle; Camarones, quebrada, etc.

El software que se eligió para la base de datos fue el Programa Midas, una interfase del sistema MicroIsis, este último es un software para información bibliográfica creado por UNESCO y distribuido en Chile por CONICYT por un bajísimo costo. Con respecto a este tema, nos parece útil aclarar que los software son diseñados con diferentes objetivos y que para el ingreso de datos de un archivo o biblioteca, los programas usados comúnmente en las oficinas como Exel y Access no son los más apropiados puesto que tienen restricciones para la recuperación de la información. Esta facilidad la tienen los sistemas bibliográficos como el que se menciona, que ahora en su última versión se instala en ambiente Windows (WinIsis) e incluso posibilita el ingreso de imágenes.

La última fase del proyecto consistió en el entrenamiento de las personas que se hicieron cargo del Archivo en el Museo y la elaboración de un Manual de Procedimientos que contiene todos los acuerdos e instrucciones para quienes procesen los materiales que se ingresen con posterioridad.

La base de datos quedó respaldada en disquetes y se imprimieron tres copias del catálogo que quedaron en poder del donante, el Archivo Niemeyer y la biblioteca del MNHN.

Conservación de los documentos
Acondicionamiento de las salas

El Museo Nacional de Historia Natural destinó dos recintos cerrados (9 m2 cada uno) en el sector ocupado por el Laboratorio de Arqueología y Medio Ambiente para implementar un depósito para el archivo y una sala de consulta anexa a éste.

Se dedicó especial atención al depósito que albergará la documentación. Luego de llevar a cabo mediciones ambientales, se repararon las ventanas, se mejoró su hermetismo por medio de cintas de esponja y se les colocaron mosquiteros. Para disminuir la excesiva iluminación natural (orientación oriente) y las fluctuaciones térmicas y de humedad relativa, producto de la insolación a ciertas horas del día, se instalaron cortinas black-out. El depósito, al estar ubicado en el último piso del edificio, tiene temperaturas altas en el verano, por lo cual se instaló un ventilador de aspas para permitir el movimiento del aire durante este período.

Luego de reparar los pisos se instalaron muebles especiales para cada tipo de obra: estanterías adosadas a los muros para los libros, revistas y cajas con documentos; tres planeras metálicas con base y ruedas para los planos y dibujos, las cuales se colocaron unas encimas de las otras, separadas por un material antideslizante para evitar su movimiento en caso de sismos; un mueble importado especial para el almacenamiento de las diapositivas y cinco tarjeteros metálicos con base y ruedas para las fotografías en papel.

La sala de consulta quedó habilitada con una mesa y sillas para los investigadores, computador con impresora, estantería para los catálogos impresos y el material de oficina y una vitrina que se diseñó para la exhibición de objetos donados por don Hans Niemeyer como, por ejemplo, su primera brújula forestal.

Conservación y almacenamiento

Los materiales habían sido conservados con cuidado y en forma ordenada por el propio don Hans Niemeyer así es que estaban en general en buen estado; sin embargo, se tuvieron que llevar a cabo diversos procedimientos para su conservación a largo plazo, en muchos casos debido a las características y calidad propia de los materiales.

Se diseñaron y diagramaron dos tipos de fichas clínicas que debían reunir la mayor cantidad de información, una para obras planas (planos y dibujos) y la otra para los documentos, en estas últimas se ingresaron los datos de los documentos, libros y folletos. Cada ficha contempló la identificación de la obra, el estado de conservación, el diagnóstico, la propuesta de tratamiento y almacenamiento.

Documentos

Los papeles sueltos, no encuadernados, como los documentos manuscritos, mecanografiados e impresos como informes, separatas, folletos, etc., fueron sometidos a una limpieza superficial con brocha y almacenados en carpetas confeccionadas con cartulina libre de ácido marca Hammermill de 176 g/m2 en cajas de conservación. Se eligió el formato de los documentos de tamaño mayor para estandarizar las dimensiones de las carpetas y las cajas que irían colocadas en las estanterías.

Fotografías en papel

Las fotografías, el 90% en colores, tienen formatos estándar de máximo 10x15 cm. No requirieron ningún tipo de tratamiento especial, fueron identificadas con una etiqueta colocada en su reverso, protegidas individualmente en sobres libres de ácido confeccionados con papel libre de ácido Hammermill Bond de 104 g/m2 y almacenadas en un mueble tarjetero de gavetas de 5”x 8”.

Negativos

La mayor cantidad de negativos existentes son de 35 mm, pero también existe un número menor de negativos de 6x6, de 6x9, de 12x7 y de 12x9. Los negativos de 35 mm que estaban en contenedores inadecuados de diferentes formatos fueron almacenados en tiras de 6 imágenes en mangas de polietileno y en sobres libres de ácido de 25 cm de largo. Para los negativos individuales de mayor formato, se hicieron sobres del mismo largo pero con separaciones cosidas a mano. Todos los sobres se guardaron en cajas del mismo tamaño, confeccionadas especialmente.

Diapositivas

Las diapositivas no requirieron ningún tratamiento de conservación, fueron identificadas con una etiqueta colocada en el marco de la diapositiva y luego almacenadas en un mueble especial para ellas.

Planos

Todos los planos se sometieron a una limpieza superficial, con brocha y con borrador en migas y con un material importado llamado“dry-cleaning sponge”. Los planos en papel diamante fueron además limpiados utilizando hisopos con alcohol. Todos los planos se encontraban enrollados y fue necesario aplanarlos antes de su almacenamiento. Debido a la diferente materialidad de sus soportes, se utilizaron dos métodos diferentes:

Planos en papel diamante, poliéster y tela

Luego de la limpieza, se intentó aplanarlos únicamente con peso, prensándolos entre papel libre de ácido por una semana, pero este sistema no dio los resultados esperados pues los planos tendían a recuperar su forma enrollada. Se enrollaron entonces en sentido inverso al cual se encontraban originalmente y se dejaron así durante tres días, finalmente se soltaron y se dejaron estirados colocándoles peso para su definitivo aplanamiento. Este sistema funcionó perfectamente ya que se aplanó el 100% de los planos con este tipo de soportes, los cuales no podían ser humectados debido a las características del material.

Planos en papel, originales y copias

Para los planos en papel se optó por un sistema que ya se había probado anteriormente en materiales enrollados y difíciles de aplanar. Éste consiste en usar como cámara de humectación masiva un rack de secado cubierto con polietileno, colocando abajo un recipiente con agua caliente. Previo a este proceso se probó la solubilidad de todas las tintas y aquellas que resultaron solubles, fueron fijadas con lápiz Polychromos Faber Castell Weiss White, que luego del proceso se retiró con borrador. Finalmente, los planos se retiraron de la cámara y se colocaron entre secantes y bajo peso para su aplanamiento.

A un 10% del total de planos fue necesario eliminarles manchas, restos de cintas y de adhesivos, así como reparar los rasgados.

Se recuperaron 400 planos de diversos formatos, los más grandes miden 180 x 240 cm.

Dibujos

Algunos de los dibujos, realizados en tinta china sobre papel de buena calidad (también existe una cantidad de fotocopias de estos dibujos), se encontraban pegados a un segundo soporte de cartulina, situación que se mantuvo porque allí está registrada importante información original manuscrita y mecanografiada. Todos los dibujos fueron sometidos a una limpieza superficial con brocha y borrador en migas.

Almacenamiento de los planos y dibujos

Para almacenar estos materiales se decidió protegerlos individualmente en carpetas de conservación y organizarlos en planeras. Para ello se evaluó tentativamente la cantidad a almacenar por cada bandeja y se distribuyeron según sus tamaños, estandarizándolos en cuatro formatos.

Los dibujos se colocaron en la planera superior debido a su menor formato y los planos en las dos planeras inferiores. Con ello se facilita el acceso y búsqueda del material almacenado, ya que los formatos más grandes se ubican en las zonas inferiores, por ende su manipulación no representa un riesgo ni para el material almacenado ni para el personal.

Se determinó subdividir en secciones de 1/6 , 1/4 y 1/2 los cajones de 85x126.5 cm de las planeras, con separaciones de cartón microcorrugado forrado en papel libre de ácido. Estas divisiones deben permanecer fijas, para así evitar que el material se desordene, mezcle o se cambie la ubicación definitiva dentro de cada cajón.

Se realizaron carpetas Jumbo en cartón Crescent para almacenar los planos de mayor tamaño en donde se agruparon una cantidad de 10 a 12 planos por carpeta separados entre sí por láminas de entretela.

El trabajo de análisis de los espacios disponibles por cada bandeja estuvo continuamente modificándose porque no se contaba con una cifra o cantidad fija definida previamente. Finalmente todos los números de catalogación de los planos tuvieron que cambiar, ya que al catalogar no se tomó en cuenta la diversidad de formatos pues todo el material se encontraba enrollado, lo que dificultaba enormemente el procesamiento y verificación de las dimensiones y por otro lado no se podía comenzar a restaurar sin tener primeramente identificado el material con su número de registro.

Todos ellos quedaron almacenados en sus carpetas y bandejas con sus respectivos números de catalogación.

Para los planos que superaban el formato de las planeras, se diseñó otro tipo de contenedor, los que se confeccionaron en cartón microcorrugado blanco, agrupando cuatro planos por caja de conservación.

Cuadernos de campo

Nueve cuadernos de campo tenían problemas fundamentalmente en las encuadernaciones, como la inexistencia o desprendimiento de las cubiertas, los cuales se sometieron a un proceso de restauración. Los cuadernos de campo se almacenaron en cajas de conservación confeccionadas especialmente según su formato colocando 10 cuadernos de campo en cada caja.

Libros

Todos los libros fueron sometidos a una limpieza superficial con brocha. Cuarenta y cinco libros tenían problemas en las encuadernaciones, las cuales fueron restauradas. Cada situación era diferente por las características de la encuadernación y, por lo tanto, el tipo de intervención aplicado fue una solución específica a cada caso. Quedaron almacenados en las estanterías abiertas de madera, se identificaron con un timbre en la portada mandado a hacer especialmente y con un marbete en el lomo.

Conclusiones

El trabajo coordinado de diferentes especialistas y de varias instituciones hizo posible la creación de este archivo que se encuentra desde mediados del año 2001 disponible y accesible a todos aquellos que quieran consultarlo y a resguardo de factores de riesgo que puedan amenazar su integridad.

La donación de este valioso archivo y su organización hace posible que el MNHN cuente con un nuevo potencial de servicio a la comunidad y a los propios especialistas del museo. Asimismo ha entusiasmado a otros investigadores para hacer entrega de sus archivos personales al Estado de Chile y de esta forma aportar su producción intelectual al patrimonio nacional.

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En: Dibam

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